martes, 13 de septiembre de 2011

La Golosa (I)

La Golosa... Un nombre que, desde pequeñito, siempre me sonó a un inmenso lugar plagado de colmenas, rebosantes de dorada miel alcarreña. Hasta que leí al dr. Catalina García, sugiriendo una afinidad con el término "gaudiosa", que podía representar un pequeño Eufrates, un vergel a lo largo y ancho del barranco que atraviesa el paraje. O, tal vez "Le Gauloise", emparentando el lugar a uno de los múltiples bautismos repobladores de connotaciones francófonas que, como vimos más atrás, los monjes cistercienses de Monsalud llevaron a cabo sobre el terreno asignado al monasterio. Sea como fuere, La Golosa refleja a través de los huesos carcomidos de su iglesia parroquial, casi un milenio de vida. Podemos asegurar sin miedo a equivocarnos que, junto a quizás algún tapial de piedras en la ermita del Collado y varios paños aprovechados de la parroquia de Santa María de Berninches sobre los que se edifica la actual iglesia de la Asunción, constituye el testimonio arquitectónico más viejo de Berninches. Su arco principal, en puro románico, la delata.

Los muros norte, oeste y sur de la iglesia parroquial de Santa María de la Golosa, es todo cuanto queda de aquél enclave citado por primera vez en las crónicas del 1353, merced al pleito elevado por Auñón y Berninches, con objeto de dirimir el uso de pastos y aguas de la zona (1). Es posible que, ante ese afán de la Mesa Maestral de incorporar el lugar a las actividades cotidianas de los asentamientos más grandes de sus dos vecinos litigantes,  por aquella mitad del siglo XIV La Golosa ya tuviera problemas de subsistencia. Si, como reseña la memoria histórica, el pueblo fué objeto de la Peste que asoló la Península por aquellas fechas, es probable que su ya de por sí escasa población se viera mermada debido a la epidemia. No obstante, la investigación al respecto nos señala que la Peste tuvo mayor incidencia en zonas costeras y núcleos grandes de población; si bien ésta se extendió con mayor profusión entre las capas sociales mas desfavorecidas (aunque llegara a perecer incluso el rey Alfonso XI)... Y, de su propagación, se le echase la culpa a los judíos. Al hilo de los motivos por los cuales La Golosa acabó despoblándose, conviene recordar como reseña la del estudioso en la materia, dr. Cabrillana, el cual asegura que el brote de Peste Negra borró para siempre multitud de enclaves peninsulares, si bien resulta complicado achacar exclusivamente a la epidemia el protagonismo. Los núcleos despoblados solían por otra parte basarse en condiciones desfavorables para la explotación de la tierra o emigración de sus pobladores a otros lugares de mayores recursos, aunque la aparición por esas fechas de la Peste pudiera suponer una última criba entre vecindarios demográficamente precarios. Para el caso que nos ocupa, la falta de explicaciones al respecto a través del pergamino datado en 1391, por el que sus últimos moradores piden "ayuntarse" con el concejo de Berninches, ayuda a mantener la duda respecto a la causa principal del despoblamiento. Otra versión un tanto más fantástica, atribuye el hecho a una plaga de termitas... El vecino Fco. Javier Picazo ofrece una teoría plausible al respecto: las estructuras de madera acabaron siendo pasto de la plaga de insectos, una vez deslojadas las viviendas, por lo que en el subconsciente pudiera haber quedado la idea de que las hormigas se "señorearon" del pueblo, incluso antes de que se despoblara.

Otra "leyenda", tan persistente como inverosímil, recorre el boca a boca entre los lugareños. Trata de la pequeña égida que los cuatro últimos moradores de La Golosa llevaron a cabo antes de ejecutar su desalojo voluntario. Se cuenta que, en un principio, pidieron ser acogidos por el vecino pueblo de Alhóndiga, y que fueron rechazados por éste; acaso temeroso de que contribuyeran a propagar la enfermedad entre su vecindario. El mismo pergamino de cesión fechado en 1391, anula esta suposición, al dejar bien claro que la unión del despoblado calatravo habría de efectuarse con los otros dos enclaves más próximos de la Orden; esto es, Berninches o Auñón. Ciertamente, Alóndiga pertenecía por entonces a la Orden de San Juan y, cómo es de toda lógica, la mesa maestral de Calatrava no estaba por la labor de ceder tierras de su competencia a la congregación "rival". Por ello, ni siquiera se contempló esta posibilidad y, rechazados los vecinos de La Golosa en Auñón, acudieron a su última baza, Berninches, dónde si fueron acogidos en los términos que refleja dicho pergamino. No existen datos acerca de los motivos que llevaron a los naturales de Auñón a negar el auspicio de los últimos vecinos y la absorción del término de La Golosa... Imagínense la suculenta ampliación que habría sufrido la mojonera de Auñón, de haber consentido la unión, pues los dominios de La Golosa se extendían hasta lindar con Fuentelencina y Peñalver; incluso bajaban hasta las Puentecillas, dónde el molino harinero que aún se conserva, era propiedad de su concejo. Y piensen del mismo modo en la merma que sobre el término de Berninches, hubiera producido la anexión de La Golosa al vecino Auñón...

El único libro hasta la fecha publicado sobre Berninches, no es del pueblo en sí. Se trata del ensayo "Tres estudios sobre La Golosa (1391-1991)" (2), que nos ayuda a comprender tanto el entorno medieval del nacimiento y ocaso del pueblo, como los vestigios heredados y las excavaciones realizadas en su entorno, a finales de los años 80; y cuya lectura recomendamos encarecidamente. En esta deriva de unas tres décadas, podemos apreciar el deterioro que ha sufrido el entorno de las ruinas propias de la iglesia de Santa María, sobre todo en lo que respecta a la "calle de La Golosa", hoy desaparecida ya entre la labor de siembra, y que constituía la principal vía de acceso. Típicamente empedrada, con un eje que sobrepasaba los 50 metros de largo y una variante entre 4 y 9 mts. de anchura, servía en su labor de paso de carretas al interior del pueblo. A pesar de no haberse hallado cimentación alguna que señalara la ubicación del núcleo poblacional en torno a las ruinas de la iglesia, la abundante acumulación de restos de teja encontrados en la parte este, tomando ya la barranquera que desemboca en el arroyo de La Golosa, hacen presagiar que las casas podrían articularse hacia esa zona. Desde luego, supone el punto más cercano al agua que discurre a sus pies; aunque la conclusión de los investigadores camina más bien a creer que esa acumulación de cerámica en una parte ya de bajada, corresponde a la lenta pero inexorable acción de las lluvias y su efecto de arrastre. De aquella misma prospección, fueron halladas varias piezas de cerámica muy rústica, que fué inventariada en su día. También se aventuró una fecha aproximada para la construcción de la iglesia de Santa María: algo anterior al siglo XIII, dato sin corrobar, pero que aventura que el enclave ya tenía vida, posiblemente, cuando nos llegaron las primeras citas de las casas del Collado y de Berninches. ¿O puede que se articulara cuando el crecimiento de la ermita-hospital-casa fuerte expulsó media legua corta más allá a los colonos que se arremolinaban en torno al Collado...?


                    Imagen 3D del poblado de La Golosa


Calle principal e iglesia al fondo

                                                      


(1): Documento extraviado del Archivo Municipal de Berninches, que sirvió de base para una sentencia posterior (de 1468, conservada en el citado archivo) con idénticos litigantes y demandas, pero ya sin incluir en los beneficios a La Golosa, despoblada en 1391. Por su interés y oportunidad, lo reflejamos en el "archivo de Tercia" para consulta y descarga. Me consta que se está tratando de transcribir... Decir por último que una de sus hojas sirve de tapiz de fondo para este mismo blog.

(2): BALLESTEROS SAN JOSÉ, Plácido; DÍAZ LEÓN, Ana Mª; GÓMEZ BRAVO, Mercedes, y MARTÍNEZ MARTÍN, Mª Isabel. "Tres estudios sobre La Golosa (1391-1991)". Asociación Cultural Villa de Berninches. Madrid, 1991.

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