miércoles, 19 de octubre de 2011

Juan de Puelles y "Carne de Cabra"

Año de nuestro señor de 1445. Faltarían 5 años para que el comendador Luis de Contreras entregara sus heredades del Collado, La Golosa y Berninches, al mismo pueblo de Berninches. Más al norte, en el paso natural hacia Aragón, el castillo de Torija cae en manos de un capitán navarro: Juan de Puelles. Parecen hechos inconexos, a no ser que leyéramos cierto pasaje de las valiosísimas Relaciones Topográficas de Phellipe II (1), en el cual nos cuentan en la pregunta 36 del año 1575: "...De frente de la Villa, entre el norte y el poniente ay en otro cerro que viene allí á rematar al cerro edificado una hermita de Señor San Xristoval hecha de limosna, y al rededor de la hermita á quince, ó treinta pasos, está una gran caba al rededor del dicho cerro mui antigua, y alza cinquenta y cinco, ó sesenta años detrás de la hermita un gran pedazo de tapias de tierra á manera de cercas, y está consumido. Oyeron á los antiguos que decían que en tiempo de los navarros, desde el campo las gentes que estaban trabajando, si vehian algun alboroto de gente, se venían allí á guarecer..."

martes, 11 de octubre de 2011

Más donaciones

Comienza el siglo XV para Berninches. Y lo enfrenta en una posición cada vez más sólida, merced a la anexión del término de La Golosa e, indirectamente, la concesión de priorato al Collado, como vimos a finales del siglo XIV. Durante esta centuria, la historia del pueblo experimentará un cambio sustancial en todos los ámbitos, pasando de la adolescencia a la madurez. Se trata de un proceso que podemos constatar, gracias al cada vez más creciente número de documentos que van apareciendo. Los escribanos comienzan a tomar posiciones al frente del ritmo cardiaco del lugar, multiplicando tinta y pluma, ante la avalancha de sucesos que el pueblo genera, tanto en intramuros como extramuros. Se irá requiriendo la figura de un procurador, capaz de defender en los tribunales de Castilla los derechos y pretensiones de Verninches, cada vez más demandados por su concejo, en una práctica que iría cogiendo empuje ante el declive del sistema propiamente feudal. Aún así, no olvidemos que los "señores", feudales o no, siempre han poseído la vara de mando. Aunque, ocasionalmente, la portara uno de los "alcaldes hordinarios" o un "juez de paz"...

martes, 4 de octubre de 2011

Un priorato

Corría el año 1397. Seis cosechas después del despoblamiento de La Golosa, oficiado en el portal de la iglesia de Santa María de Berninches, el capítulo general de la Orden se reune en su "capital": Calatrava. Allá se arremolinan freires, claveros, priores y comendadores, sustento de gran parte de la alta nobleza castellana medieval. Una clase social que, al amparo de la cruz griega rematada en flor de lis, había adquirido músculo suficiente en Castilla, Aragón y Andalucía, como para poner sobre el campo de batalla a cerca de dos millares de caballeros perfectamente pertrechados. A pesar de lo que nos pudiera parecer ahora esta fuerza, en la Edad Media otorgaba un considerable poder; un caballero bien adiestrado, con armadura y caballo, suponía una máquina de asustar enemigos primero, y de aniquilar después si llegaba el caso. Si estas unidades se agrupaban en docenas o centenas y cargaban a galope tendido sobre peones e infantería, las consecuencias resultaban funestas para el objetivo. Venía a ser la "caballería pesada" que tanta fama y congojo produjo durante el medievo, e incluso épocas posteriores.