lunes, 14 de noviembre de 2011

Las visitas: El Collado en 1459

La comitiva serpentea por uno de los caminos de la Alcarria Baja. Va encabezada por un caballero profeso de la Orden de Calatrava, acompañado de un freile, como delegados del Maestre de la Orden en una misión periódica que vela y revisa las posesiones que Calatrava tiene por aquellos pagos. La silueta de los caballeros, montados sobre sus rocines por cuyas grupas caían los pliegues de una capa negra grabada con la emblemática cruz en rojo, se recortan sobre el paraje alcarreño. Las flores de los almendros y cerezos, las primeras margaritas poniendo color a los retazos de hierba, denotan que la Primavera ha agarrado por la solapa a la cuenca del Arlés. Cabalgan de un pueblo a una villa, y de allí a otra, en una labor de policía que ejercen en las encomiendas y propiedades de la Orden. Nos hallamos en el año 1459, y hombres y bestias se aprestan a abrevar, tomar almuerzo y cobijo en la mansión señorial del comendador de Auñón y Berninches: El Collado.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

El titulo de villa

Hoy en día, nos puede parecer como algo trivial llamar a Berninches villa o pueblo. De hecho, es más común nombrarlo de esta última forma, porque quizá "villa" nos suene más pretencioso, y asociemos éste término a una población de mayor enjundia, tipo "la muy leal y noble villa..." Sin embargo, dicho título -otorgado directamente por el rey- suponía un bien tan preciado para el medioevo, que costó sangre, sudor, lágrimas y no pocos dineros el ganarlo y, cuánto más, conservarlo. Mediante el "villazgo", el pueblo o lugar dejaba de considerarse como tal y pasaba a otra dimensión de menor dependencia frente al señor feudal de turno, ya fuesen aristócratas, monasterios o, como en nuestro caso, órdenes militares. Lejos de emanciparse de la tutela superior, la adopción administrativa bajo el formato de villa permitía al antiguo concejo dar un pasito más en su auto-gestión. La elección de autoridades representativas, y la facultad de los electos de dictaminar y aplicar justicia en primera instancia, a la par de elaborar leyes en reuniones periódicas bajo el techo de un nuevo edificio hasta ahora desconocido, ofreció un cambio sustancial tanto en las costumbres como en las aspiraciones del vecindario. Era la forma más demócrata que habían experimentado en algún centenar de años.