martes, 16 de agosto de 2011

Vivir en la Edad Media (IV)

Las relaciones del pueblo se basaban en la memoria colectiva, consolidada a través de la ceremonia. Todo acto de relevancia social habría de ser público, ante testigos, que conservaran el recuerdo de lo visto u oído, y al envejecer los testigos se veían en la obligación de transmitir la herencia de los recuerdos en asambleas donde convenía introducir a jóvenes y niños. Incluso, se daba por productivo abofetearlos durante el momento álgido de la ceremonia, con objeto de vincular el hecho transmitido al dolor físico, como método “infalible” para que recordaran con ello el momento crucial. También esta transmisión ritual solía formalizarse a través de signos (ramos, armas, piedras, etc) atados a los pergaminos redactados con objeto de que la gente (mayoritariamente analfabeta), asociara a ese símbolo el conocimiento transmitido a través del papel leído. El dolor suponía un patrimonio de la mujer, y por ende el varón habría de despreciarlo, so pena de romper su condición viril, degradándose a un status considerado exclusivamente femenino.
El contrato de vasallaje solía efectuarse en ceremonia ritual (rara vez por escrito) en la cual arrodillado el vasallo juraba sobre las Escrituras o algún tipo de reliquia o símbolo sagrado su fidelidad para con el señor, a la vez que éste le hacía entrega de una rama, unas hierbas o un terrón de tierra como simbolismo de la entrega de su tierra. El señor representa la autoridad pública, administrando justicia, organizando la defensa militar, recaudando las tasas sobre actividades comerciales (peajes, mercados, pontajes, etc), practica la tenencia y el cobro de por sus instrumentos de producción (molino, forja, prensa, horno...) e incluso puede mantener un verraco o toro al que los campesinos están obligados a llevar sus vacas.


Casi todas las fiestas religiosas encerraban un aspecto cómico-popular consagrado por la tradición, y eran seguidas habitualmente por ferias en las cuales proliferaban gigantes, enanos, monstruos o bestias, aconteciendo las mismas dentro de un ambiente de carnaval. El carnaval ignora cualquier distinción entre actores y espectadores, expandiendo la escena; su representación escenificaba la idea de renovación universal. La celebración, previa al absentismo de Cuaresma, otorgaba “manga ancha” al pueblo durante algunos días, elaborándose formas especiales de lenguaje, invirtiendo personalidades y comportamientos, otorgando una “doble vida” al vulgo disfrazado mediante máscaras que oficiaban de improvisadas reencarnaciones, negando la identidad actual, experimentando una libertad casi absoluta que el hombre del Medioevo no alcanzaría en una realidad dominada por el miedo y la carencia. Incluso, se daban cita los festejos grotescos, y cuasi-profanos, parodiando a la Iglesia mediante la lectura de los “evangelios de los borrachos”, haciendo chascarrillos públicos sobre decretos eclesiásticos, ridiculizando el monacato, lanzando sermones que tan solo eran una sucesión de rebuznos… Comportamientos todos duramente sancionados fuera de "temporada". Pero es que durante la Edad Media, tanto el estado como la Iglesia admitían ciertas concesiones a las expresiones públicas en estas fechas puntuales de Carnaval; aunque siempre vigilando los excesos en que pudieran derivar. No obstante, existe constancia de deriva en excesos hacia finales de la Edad Media, tales como beber y comer en los altares, mezcla de cantos obscenos con los propiamente litúrgicos, asnos tocados con mitras, practicar el prohibido juego de dados en el interior de los templos, quemar zapatillas viejas en lugar de incienso, etc.
A través del Carnaval, se sintetizaba el contenido de los festejos de invierno (La Candelaria, San Blas, Santa Águeda...), conformando una especie de "todo", en el que el ancestral paganismo venía a reivindicarse frente al nuevo cristianismo. Venía precedido de la comilona del "Jueves Lardero" (tradicional en Berninches) y culminaba los días antes de Cuaresma en miércoles de Ceniza. Durante aquél espacio, las prácticas lúdicos, lujuriosas, irreverentes y sátirizantes de la vida política y religiosa, concluían con un entierro en el que se simulaba la derrota y muerte final de "don" Carnal. ante la llegada inminente de "doña" Cuaresma, aquella "felona" que devolvía al hombre a la vida real, con sus penurias, necesidades y privaciones. El actual "Entierro de la Sardina" no es mas que una reminiscencia de aquellos simbolismos.
La parte más significativa del Carnaval, recaía sobre disfraces y mascaradas, potenciadas por cencerradas o tamborradas sin partitura alguna, distorsionadas, como un colofón musical anárquico a aquél "mundo al revés" que representaba la fiesta. Su finalidad de ridiculizar la vida terrenal y su estructura, tendía a alimentarse de juglares que hacían la vez de bufón, satirizando cualquier episodio local o nacional, provocando así la risa de los espectadores. El Carnaval pretende exorcizar los males sociales cotidianos, provocando al hombre pecador a abandonarse a sus impulsos mas primigenios, haciéndole olvidar durante su puesta en escena las privaciones y calamidades que habrían de sobrevenirle durante el resto del año. La inversión de papeles, señalados sobre todo por el disfraz, contribuía a promover un paréntesis atemporal donde el rico se convertía en pobre y viceversa, recordando que la muerte acabaría haciendo "tabla rasa" con toda la humanidad. Realmente, suponía un asunción por parte de todas las clases sociales sobre lo efímero de la vida, la igualdad predicada por el mismo cristianismo, la canalización de los instintos primitivos humanos y, en fin, una mezcla de pasado y presente que en cierto modo mantenía la llama del culto ancestral en una época donde la linde del cristianismo acabó por abarcarlo todo.


La supervivencia de la mujer venía a depender en gran parte de su fortaleza natural, no menguada por partos complicados y disponer de un prudencial tiempo de recuperación tras ellos. La ley reconocía el derecho del marido de pegar a sus mujeres, siempre y cuando no se las matara (…) o se les ocasionaran excesivos daños. El status de viudedad resultaba harto peligroso, por cuanto la mujer quedaba desamparada sobre terceros capaces de ejercer presión, violencia o intimidación; en algunos casos con objeto de arrebatarles sus derechos o herencias. El género femenino quedaba fuera por sí mismo de labores funcionariales, además de no poder acceder a ser jurado, ni siquiera testigo, en un proceso judicial. Se les programaba el patrimonio desde muy jóvenes, reuniendo los padres con el tiempo la dote; la edad casadera de la mujer venía a establecerse a partir de los 12 años, mientras que la del varón oscilaba en los 14. Una vez casadas, las labores se multiplicaban en el hogar, debiendo conducir a la bestia que tiraba del arado en tanto el marido lo conducía, engavillaba durante la cosecha, recogía la paja, se ocupaba de las aves de corral, ordeñaba las vacas, cocinaba, cuidaba de los hijos… A menos que la muchacha fuera una heredera, era ella la que se trasladaba de la tierra en busca de matrimonio si fuera menester. Si la pobreza o la violencia masculina hacía elegir a la mujer el camino de la prostitución, no podría acusar a otros de crímenes, ni heredar propiedades. Si alguna lugareña embarazada de Berninches u otro enclave castellano, era condenada a muerte, no se podría ejecutar la sentencia hasta que hubiera dado a luz.

BIBLIOGRAFIA:

“Vivir en la Edad Media” Eduardo Aznar Vallejo, Cuadernos de Historia, Arcos Libros S.L., Madrid,1999.
“Los pueblos de la Península Ibérica”, Julio Caro Baroja, Editorial Txertoa, San Sebastián, 1991.
“El amor en la Edad Media y otros ensayos”, Georges Duby, Editorial Alianza, Madrid, 1990.
“La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento”, Mihail Baijtin, Alianza Editorial S.A., Madrid, 1988.
“La mujer en la Edad Media”, Margaret Wade Labarge, Editorial Nerea SA, Madrid 1986.
“La guerra en la Edad Media”, Philippe Contamine, Editorial labor SA, Barcelona, 1984.
“Molinos y panaderías tradicionales” J. Escalera Reyes y A. Villegas Santaella, Editorial Nacional., Madrid,1983.
“Guerreros y campesinos” Georges Duby, Siglo XXI de España Editores S.A.., Madrid,1976.
“Los campesinos en la sociedad medieval” Mercedes Borrero Fernández, Cuadernos de Historia, Arcos Libros S.L., Madrid,1999.
“Guerra y sociedad en la Europa Occidental” Jon Andoni Fernández de Lardea, Cuadernos de Historia, Arcos Libros S.L., Madrid,1999.
“Vida cotidiana de los caballeros de la Tabla Redonda” Michel Pastoureau, Ediciones Temas de Hoy S.A., Madrid,1990.

3 comentarios:

Carmen dijo...

Hola Luismi. Muchas gracias por la información, me tienes enganchada y esperando tu próxima entrega. Un saludo.

Luismi dijo...

Gracias a tí, por el interés mostrado. Quedan muchos "tesoros" de Berninches por descubrir...

Un saludo, para todos.

Carmen dijo...

Gracias a tí por crear un blog tan interesante. Sé que lleva su tiempo y te estoy muy agradecida. Me apasionan los temas medievales y los "tesoros" por descubrir.
Un saludo.

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