Retomando el hilo de la Historia de Berninches, dejando atrás a la alquería fortificada de la cabecera del Arlés, con sus connotaciones tan benedictinas como francófonas, superando incluso la leyenda de aquella batalla en un Val de la Matanza, los legajos y pergaminos nos depositan en los albores del siglo XIV. Y, como terminaron aquellas escasas citas a través de la anterior centuria, comienza con una mención al Collado que, recordemos, suponía ya un enclave de cierta enjundia, al articular un hospital-enfermería a los que los monarcas solían donar un bien preciado para estos menesteres: la sal que ayudaría a cauterar las heridas (mediado el siglo XII los calatravos se preocuparon de controlar el máximo número de salinas peninsulares). Así consta que en el año 1300, a 2 de marzo, el rey Fernando IV concede las tercias de Santiesteban del Puerto (con sus castillos), las de Zorita, Cogolludo, Sabiote y el Collado al maestre de la Orden de Calatrava, frey García López a cambio del monasterio del Santo Ángel de Ursaria (1). Tenemos, como resultado final, que el Collado amplia poder como enclave, al serle conferido el título de "tercia", o casa en la que se habrían de depositar los "diezmos", esa décima parte que el campesinado habría de pagar en este caso a la Orden, por medio de su comendador, sobre la cosecha lograda.
No será hasta el 11 de junio de 1322 cuando el mismo maestre receptor de las deferencias de Fernando IV, frey García López, conceda el uso del horno al concejo de Verninches (en multitud de referencias medievales figura con "v") bajo un censo de 255 marevedíes. Esta modalidad de "censo", venía a desarrollar un tipo de alquiler, por el cual el propietario (la Orden), cedía el manejo de su obra manufacturera a un colectivo (el concejo), bajo un precio estipulado que, solía perderse o hacerse ridículo económicamente con el paso del tiempo. Tal es el caso del censo del primer horno de Berninches que, ya metidos a principios del siglo XVI, figura como una carga impositiva ínfima para el vecindario (2). A través de estos hechos, estamos en condiciones de asegurar que Berninches ya se mantenía organizado como pueblo a principios del siglo XIV, suponiendo que el alquiler comunal del horno sustituiría al amasado y cocción en casas particulares, ofreciendo otra dimensión más cooperativista al espacio rural. Así sucederá con otras manufacturas como los molinos, batanes, herrerías, etc. Asistimos pues, durante estos principios del siglo XIV, a la relación al menos escrita de la composición del pueblo como comunidad, aparcando la supervivencia por carácter individual con la que debió articularse la primigenia "granja de Berninches". Todo lo cual no quiere decir que este proceso fuera llevado a cabo en décadas anteriores, ya que la falta de documentación inherente al siglo XIII respecto al pueblo, nos deja al menos con la incógnita en el debe.
Treinta años después, un jueves 8 de agosto de 1353, el maestre Juan Núñez sentencia en la disputa entre los lugares de Auñón y Berninches sobre la comunidad de pastos, estableciendo la comunidad de yerbas y aguas para ambos ganados desde octubre hasta fines de marzo. Deja para Auñón la dehesa de Menga la Gasca y para Berninches la de San Cristóbal; en tanto que la de Villafranca (donde actualmente se asienta el Madroñal) queda en exclusiva para Auñón, pues la compró a los monjes de Monsalud. Dicha sentencia permitía a los naturales de Berninches sacar esparto para el laboreo, pero solo lo que pudiesen conducir a hombros, pues si se servían de caballerías habrían de pagar un canon. Además, prohibía tajantemente la corta de madera verde, si esta no tenía como destino la confección de arados de labranza, en cuyo caso no había impedimento para su tala. De entre todas las curiosidades de época que la mencionada sentencia refleja, posee una particular: es la primera vez en la que se menciona a La Golosa, que se sepa hasta la fecha, pues cita al pueblo para animarle a entrar a la comunidad de pastos establecidos entre Auñón y Berninches, como enclave calatravo próximo a ambos (3). La sentencia fué dada en Fuentelencina, en la fecha señalada más arriba, que llegó a la máxima autoridad de la Orden debido a que el comendador del Collado por entonces, frey Juan Fernández, no pudo poner en acuerdo a ambos litigantes, ni que se avinieran a razones. Este punto, como la proliferación posterior de este tipo de disputas, viene a confirmar el continuo pleito en que sendos lugares parecían vivir por cuestiones de fincas, pastos, aguas y montes.
Otro capítulo a reseñar según la tradición escrita respecto a este siglo, se basa en el abuso que el comendador de Zorita, Ferrán García de Céspedes, ejerció sobre algunos vecinos del lugar de Berninches. Así se data a 20 de diciembre de 1385, mediante el traslado de una misiva del monarca Juan I al comendador de Zorita reseñado, ordenándole la liberación de unso "ommes buenos del Común y Adegañas de Çorita y Encomienda del Collado", prendidos dos meses atrás. El motivo parece basarse por parte del comendador en el impago de tributos, que los propios vecinos consideraban impropios, alegando la extralimitación del justicia ante los hechos. Así, el concejo pidió protección al rey respecto a la medida, y condena por los agravios sufridos por los vecinos, algunos de los cuales fueron encarcelados y requisados sus bienes. Relatan, incluso, que los testigos señalados para el caso fueron perseguidos por los alguaciles del comendador, con riesgo cierto de sus propias vidas, de no ser porque huyeron a las "alturas de un cerro" (4). Finalmente, el rey libera a los vecinos de las pretensiones del comendador y sus impuestos indebidos, emplazándo a este a los tribunales regios con objeto de recibir el castigo propio ante tal abuso de poder.
Y aquí hacemos parada y fonda respecto al siglo XIV en Berninches. Sí, queda el episodio más relevante, no sólo de este siglo citado, sino de muchos de los venideros pero, por su importancia, merece en exclusiva el siguiente capítulo. Porque, ¿quién no ha oído hablar de La Golosa...?
(1): AHN OO MM carpeta 427 nº 153, Publ. I J. Ortega y Cotes. Bullarium pp 154-156.
(2): Según señala el dr. J. Catalina García a través de sus "Aumentos de Berninches", en el Archivo Histórico Nacional existe un traslado hecho a la "villa de Verninches" en 1510 de una carta de censo de 225 maravedís que el concejo pagaba a la Mesa Maestral por el horno y por la facultad de hacer otros, otorgada en Zorita por el maestre frey García López, a 11 de junio de 1322 (era de 1360)
(3): J. Catalina ("Relaciones topográficas de Guadalajara: Aumentos-Berninches"), confirma que el pergamino fechado en 1353 se hallaba en el Archivo Municipal de Berninches, "que tuvo sellos pendientes y está algo maltratado". Desde esta fecha de finales del siglo XIX en las que fue redactada la obra del insigne doctor, hasta el inventario del mismo archivo realizado por el dr. Plácido Ballesteros a finales de 1980, el manuscrito debió de extraviarse o aniquilarse, pues no figura en dicho inventario. Como complemento, comentar que si bien el original no existe, sí tiene reflejo en otra sentencia dirimida en 1469 por las mismas cuestiones de pastos y aguas, y que este ejemplar se halla en dicho Archivo Municipal. A través del desarrollo de la hisotria de Berninches, comprobaremos como ha desaparecido una parte importante del corpus documentado por J. Catalina, y cómo otro ha sobrevivido a 3 guerras, el paso del tiempo y la incultura y/o codicia que en muchos casos hizo de este valioso material objeto de ira o deseo.
(4): Entra en la pura especulación la idea de que ese cerro pudiera tratarse de Las Matas, pues como ya vimos en capítulos anteriores conservaba los restos hasta, al menos, 1575 ("Relaciones topográficas de Phelipe II" de una fortificación antigua; o bien El Santo, ya que podría hallarse por esas fechas construida la "militarizada" ermita de San Cristóbal, que cómo comprobaremos hacia mediados del siglo siguiente, sirvió de refugio a los vecinos ante ciertos ataques.
No será hasta el 11 de junio de 1322 cuando el mismo maestre receptor de las deferencias de Fernando IV, frey García López, conceda el uso del horno al concejo de Verninches (en multitud de referencias medievales figura con "v") bajo un censo de 255 marevedíes. Esta modalidad de "censo", venía a desarrollar un tipo de alquiler, por el cual el propietario (la Orden), cedía el manejo de su obra manufacturera a un colectivo (el concejo), bajo un precio estipulado que, solía perderse o hacerse ridículo económicamente con el paso del tiempo. Tal es el caso del censo del primer horno de Berninches que, ya metidos a principios del siglo XVI, figura como una carga impositiva ínfima para el vecindario (2). A través de estos hechos, estamos en condiciones de asegurar que Berninches ya se mantenía organizado como pueblo a principios del siglo XIV, suponiendo que el alquiler comunal del horno sustituiría al amasado y cocción en casas particulares, ofreciendo otra dimensión más cooperativista al espacio rural. Así sucederá con otras manufacturas como los molinos, batanes, herrerías, etc. Asistimos pues, durante estos principios del siglo XIV, a la relación al menos escrita de la composición del pueblo como comunidad, aparcando la supervivencia por carácter individual con la que debió articularse la primigenia "granja de Berninches". Todo lo cual no quiere decir que este proceso fuera llevado a cabo en décadas anteriores, ya que la falta de documentación inherente al siglo XIII respecto al pueblo, nos deja al menos con la incógnita en el debe.
Treinta años después, un jueves 8 de agosto de 1353, el maestre Juan Núñez sentencia en la disputa entre los lugares de Auñón y Berninches sobre la comunidad de pastos, estableciendo la comunidad de yerbas y aguas para ambos ganados desde octubre hasta fines de marzo. Deja para Auñón la dehesa de Menga la Gasca y para Berninches la de San Cristóbal; en tanto que la de Villafranca (donde actualmente se asienta el Madroñal) queda en exclusiva para Auñón, pues la compró a los monjes de Monsalud. Dicha sentencia permitía a los naturales de Berninches sacar esparto para el laboreo, pero solo lo que pudiesen conducir a hombros, pues si se servían de caballerías habrían de pagar un canon. Además, prohibía tajantemente la corta de madera verde, si esta no tenía como destino la confección de arados de labranza, en cuyo caso no había impedimento para su tala. De entre todas las curiosidades de época que la mencionada sentencia refleja, posee una particular: es la primera vez en la que se menciona a La Golosa, que se sepa hasta la fecha, pues cita al pueblo para animarle a entrar a la comunidad de pastos establecidos entre Auñón y Berninches, como enclave calatravo próximo a ambos (3). La sentencia fué dada en Fuentelencina, en la fecha señalada más arriba, que llegó a la máxima autoridad de la Orden debido a que el comendador del Collado por entonces, frey Juan Fernández, no pudo poner en acuerdo a ambos litigantes, ni que se avinieran a razones. Este punto, como la proliferación posterior de este tipo de disputas, viene a confirmar el continuo pleito en que sendos lugares parecían vivir por cuestiones de fincas, pastos, aguas y montes.
Otro capítulo a reseñar según la tradición escrita respecto a este siglo, se basa en el abuso que el comendador de Zorita, Ferrán García de Céspedes, ejerció sobre algunos vecinos del lugar de Berninches. Así se data a 20 de diciembre de 1385, mediante el traslado de una misiva del monarca Juan I al comendador de Zorita reseñado, ordenándole la liberación de unso "ommes buenos del Común y Adegañas de Çorita y Encomienda del Collado", prendidos dos meses atrás. El motivo parece basarse por parte del comendador en el impago de tributos, que los propios vecinos consideraban impropios, alegando la extralimitación del justicia ante los hechos. Así, el concejo pidió protección al rey respecto a la medida, y condena por los agravios sufridos por los vecinos, algunos de los cuales fueron encarcelados y requisados sus bienes. Relatan, incluso, que los testigos señalados para el caso fueron perseguidos por los alguaciles del comendador, con riesgo cierto de sus propias vidas, de no ser porque huyeron a las "alturas de un cerro" (4). Finalmente, el rey libera a los vecinos de las pretensiones del comendador y sus impuestos indebidos, emplazándo a este a los tribunales regios con objeto de recibir el castigo propio ante tal abuso de poder.
Y aquí hacemos parada y fonda respecto al siglo XIV en Berninches. Sí, queda el episodio más relevante, no sólo de este siglo citado, sino de muchos de los venideros pero, por su importancia, merece en exclusiva el siguiente capítulo. Porque, ¿quién no ha oído hablar de La Golosa...?
(1): AHN OO MM carpeta 427 nº 153, Publ. I J. Ortega y Cotes. Bullarium pp 154-156.
(2): Según señala el dr. J. Catalina García a través de sus "Aumentos de Berninches", en el Archivo Histórico Nacional existe un traslado hecho a la "villa de Verninches" en 1510 de una carta de censo de 225 maravedís que el concejo pagaba a la Mesa Maestral por el horno y por la facultad de hacer otros, otorgada en Zorita por el maestre frey García López, a 11 de junio de 1322 (era de 1360)
(3): J. Catalina ("Relaciones topográficas de Guadalajara: Aumentos-Berninches"), confirma que el pergamino fechado en 1353 se hallaba en el Archivo Municipal de Berninches, "que tuvo sellos pendientes y está algo maltratado". Desde esta fecha de finales del siglo XIX en las que fue redactada la obra del insigne doctor, hasta el inventario del mismo archivo realizado por el dr. Plácido Ballesteros a finales de 1980, el manuscrito debió de extraviarse o aniquilarse, pues no figura en dicho inventario. Como complemento, comentar que si bien el original no existe, sí tiene reflejo en otra sentencia dirimida en 1469 por las mismas cuestiones de pastos y aguas, y que este ejemplar se halla en dicho Archivo Municipal. A través del desarrollo de la hisotria de Berninches, comprobaremos como ha desaparecido una parte importante del corpus documentado por J. Catalina, y cómo otro ha sobrevivido a 3 guerras, el paso del tiempo y la incultura y/o codicia que en muchos casos hizo de este valioso material objeto de ira o deseo.
(4): Entra en la pura especulación la idea de que ese cerro pudiera tratarse de Las Matas, pues como ya vimos en capítulos anteriores conservaba los restos hasta, al menos, 1575 ("Relaciones topográficas de Phelipe II" de una fortificación antigua; o bien El Santo, ya que podría hallarse por esas fechas construida la "militarizada" ermita de San Cristóbal, que cómo comprobaremos hacia mediados del siglo siguiente, sirvió de refugio a los vecinos ante ciertos ataques.
5 comentarios:
Hola Luismi, gracias de nuevo.
Muy interesante.
Un saludo.
Gracias, Carmen. Un dato: Berninches debía tener una importante manufactura del esparto mediado el siglo XIV, a tenor de la sentencia que le permitía recogerlo incluso del término de Auñón. Esta planta, también llamada "atocha", bien pudo servir como topónimo en la denominación del paraje, en la linde con Alhóndiga, que ocupa la cumbre del cerro al oeste del Collado, llamado el "Atochar".
Un saludo, en vísperas de fiesta.
Hoy comienzan las fiestas de Berninches.
Salud, diversión y 0 cornás pa los berninchosos. Y forasteros.
Estupendo trabajo Luismi.
Gracias por hacerlo.
M. José
Gracias, M. José. Soy reiterativo en esto: Berninches tiene una historia tan entrañable (porque es nuestra) como asombrosa (porque conserva edificios y episodios singulares); merece echarle bastante tiempo en desgranarla.
Un saludo.
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